¿El yoga adelgaza?
Es una actividad cardiovascular suave que pone a punto el corazón y oxigena los órganos. Pero, ¿qué hace con los michelines?
Usted está sobre la esterilla haciendo sus asanas (las posturas de yoga). Todo fluye lento, ni se desplaza ni pega saltos. Incluso puede que haya dejado la mente en blanco. Pero su corazón se ha acelerado como si estuviera subiendo una montaña. ¿A son de qué? “La alternancia de contracción y estiramiento de los músculos aumenta el flujo sanguíneo e incrementa por ello el ritmo cardíaco a través de la compresión y expansión de las venas”, explica Macarena Cutillas, directora de Californian Hot Yoga, y maestra del estilo vinyasa. “Si además lo practicamos en una sala caldeada a 42⁰, como el hot yoga o bikram, la frecuencia cardíaca será superior: no solo hay que hacer frente a las demandas musculares, sino también a la refrigeración corporal”, previene. Usted sudará más y su pulso se acelerará más. No se alarme, la cosa no llega a taquicardia y es muy improbable que ese ajetreo cardíaco acabe en drama. “Cualquier postura en la que separemos los brazos o las piernas del tronco obliga al corazón a bombear más sangre. Sucede, por ejemplo, cuando levantamos los brazos por encima de la cabeza y juntamos las palmas. También, cuando situamos el corazón por debajo del resto del cuerpo porque le obligamos a bombear la sangre desde una posición de desventaja. Lo notamos, por ejemplo, en el arco en el suelo (postura: tumbados bocabajo levantamos los gemelos y agarramos los talones con las manos)”.
Llegado a este punto de agitación de su músculo cardíaco puede que usted se plantee si su clase de yoga cuenta como actividad cardiovascular. Pues todo dependerá del tipo de disciplina que siga. Si es muy estático, hará poca cosa. En cambio, si es más vigoroso, como el vinyasa o el power flow, irá bien encaminado. La clave la da el American College of Sports Medicine. Según este organismo, encargado de llevar la voz cantante a la hora de marcar las pautas en la medicina deportiva, se considera fitness cardiovascular aquella actividad que lleva a un sujeto a desarrollar entre el 65% y el 90% de su rimo cardíaco máximo, que dura al menos 20 minutos e involucra a grandes grupos musculares y se realiza de tres a cinco días a la semana.
"La alternancia de contracción y estiramiento de los músculos aumenta el flujo sanguíneo e incrementa con ello el ritmo cardíaco a través de la compresión y la expansión de las venas" (Macarena Cutillas, maestra de yoga)
El profesor Juan del Coso, responsable del laboratorio de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Camilo José Cela, apunta: “Una persona sana tiene entre 60 y 80 latidos por minuto en reposo. Al realizar cualquier tipo de actividad se acelerará para satisfacer las demandas energéticas que se producen en los músculos. En este sentido, el yoga sí es en cierto modo una modalidad de fitness cardiorespiratorio suave. Ahora bien, siempre debe considerarse como una práctica complementaria, nunca como única actividad, ya que rara vez se van a superar las 100 pulsaciones por minuto”.
Menos lesiones
Si en su primera sesión nota que el corazón le late como una locomotora desbocada, pero un par de meses después empieza a doblarse como un junco en medio de un llevadero trajín cardiovascular, enhorabuena. Su músculo cardíaco empieza a ponerse a tono y necesita latir menos para bombear la misma cantidad de sangre. Además, estará ganando flexibilidad, una cualidad que escasea en la musculatura occidental. Del Coso apunta otra ventaja de practicar yoga: “Dado que el estrés cardíaco es limitado, las posibilidades de sufrir un infarto en una persona sana son también remotas”. Entonces, ¿no hay ningún riesgo? Como con las meigas, haylos. “Al no haber impacto ni contacto físico, la prevalencia de las lesiones es inferior a la de otras modalidades deportivas”. Dicho esto, practicarlo en el salón de casa con un DVD sin tener ninguna noción, puede acabar mal. Así lo corrobora el estudio Epidemiology of yoga-related injuries in Canada: el 73% de los osados sufrió algún daño articular, sobre todo, esguinces (34%) y lesiones de distinto grado en las extremidades inferiores (42%).
Cero estrés
¿Por qué ayuda a relajarse? “En el yoga o la meditación predomina la respuesta del sistema parasimpático [gestiona los estados de calma], se reduce la presencia de adrenalina y cortisol y como resultado llega esa ansiada relajación”, explica Tomás Fernández, jefe de la Unidad de Medicina Deportiva de la Clínica Cemtro. Mili Lazcano, instructora en Shambala Yoga Urbano, añade: “Al concentrarnos en cada inhalación y espiración calmamos la mente y conectamos con nosotros mismos”. Lo que Buda da por hecho, lo demuestran la neuropsicóloga Shirley Telles y científicos de Patanjali Research Foundation y del Instituto de Ciencias Médicas de Nueva Delhi: si al hacer yoga uno se concentra en la respiración o entra en un estado de meditación puede bajar hasta 19,6 pulsaciones por minuto. Y, de paso, barrer las reacciones vinculadas al estrés y la ansiedad. De ahí que Cesáreo Fernández Alonso, del Servicio de Urgencias del Hospital San Carlos, en el Libro de la salud cardiovascular (Fundación BBVA), señale que para que el estrés no acabe malogrando el corazón, además de tomar fármacos, no está de más apuntarse a técnicas de relajación, meditación o yoga.
Pero, ¿adelgaza o no adelgaza?
Es posible que a mitad de la clase su gurú diga (siempre hablan de tú a tú) aquello de “nota cómo masajeas tus intestinos, tu hígado, tu estómago”. ¿Sabe por qué? “Cada ‘asana’ afecta a un meridiano diferente (un canal por el que circula la energía o ‘prana’ hacia un determinado sector de órganos). Por ejemplo, en ‘anahatasana’, o ‘postura que derrite el corazón’, ese estiramiento suave del pecho beneficia los meridianos del corazón y el pulmón”, explica Lazcano. En otras palabras, usted se pasa todo el día hecho un siete en su despacho y la sangre le fluye como buenamente puede. “Al retorcernos, creamos ‘torniquetes’ por todo el cuerpo. Al soltar, la circulación fluye con fuerza irrigando lugares a los que no estaba llegando bien, y con sangre bien oxigenada (de ahí la matraca de los profesores con la respiración)”. Recuerde: masajear los intestinos favorece su regularidad. Pero no se esfumarán sus kilos de más. La Universidad de Harvard cifra que en una hora de hatha yoga una persona de 70 kilos quema unas 298 kilocalorías frente a las 600 que gasta pedaleando en ese mismo tiempo. “La actividad muscular del yoga es superior a la del reposo, pero siempre dentro de un rango bajo. Para perder toca recurrir a actividades de mayor gasto energético como el ciclismo, natación o correr”, apunta Del Coso. El yoga, añade, será un excelente complemento porque ayuda a estirar los músculos que en esos otros deportes suelen ir contraídos, mejora la oxigenación y contribuye a la concentración. Otra cosa es que al introducirse en esta disciplina se adopten hábitos de alimentación saludable (el mindful eating está muy vinculado a la relajación y la meditación) y menos calórica, y esto sí lleve a una reducción de peso”, matiza Del Coso. Tampoco tire la toalla: unas asanas al día le ayudarán a tonificar y esculpir los músculos.
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